Angelo estaba decidido a seguir viviendo en casa todo el tiempo que pudiera. Su hijo, Stephen, le apoyó en este empeño y organizó algunos servicios de cuidados adicionales para ayudar a mantener la independencia de Angelo. Cuando Stephen le preguntó si podía utilizar la casa de Angelo para conseguir un préstamo para su nuevo negocio, Angelo accedió encantado. Confiaba en que el negocio de su hijo sería un éxito.
Seis años después, Angelo no entendía por qué Stephen seguía presionándole para que se trasladara a una residencia de ancianos cuando él era feliz donde estaba. Al final, Stephen tuvo que confesar que la casa iba a ser embargada por el banco, ya que su negocio había fracasado. Angelo se sintió desolado al enterarse de que no le quedaba más remedio que ingresar en una residencia de ancianos.