Gerald es feliz viviendo solo, pero le preocupa lo que le deparará el futuro. Tiene dos hijos, pero sólo se lleva bien con uno de ellos, Harry, que siempre se pasa echándole una mano. Su otro hijo, Bill, no le habla desde hace años, y Gerald no tiene intención de dejarle ninguna herencia. Cuando Harry sugiere a Gerald que transfiera la propiedad de su casa a nombre de Harry para que no haya confusiones tras su muerte, Gerald acepta y va a ver a los abogados de Harry.
Gerald encuentra a una abogada independiente y le pide a Harry que espere fuera para poder hablar a solas con ella. Le hace muchas preguntas para asegurarse de que comprende las posibles consecuencias de su decisión. Le dice que piense qué pasará en el futuro si su relación con Harry se rompe, si Harry fallece antes que él o si Bill o alguno de los hijos de Bill vuelve a su vida.
Gerald decide no hacer ningún cambio en ese momento, sino redactar un nuevo testamento para ceder su casa a Harry cuando fallezca y hacer alguna provisión para Bill. Tanto Gerald como Harry están satisfechos con el acuerdo, sobre todo porque el abogado de Gerald les ha facilitado más información sobre el impuesto de plusvalía y los bienes heredados.